viernes, 31 de agosto de 2012

Cincuenta años del Concilio Vaticano II

Para conmemorar los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, va a continuación un texto de reflexión sobre algunas puntualizaciones o acentos del Concilio que el P.Gastón Piétri, sacerdote francés, ha publicado en el diario La Croix días atrás. El P.Gastón Piétri nació en 1929 y, entre otros cargos, fue secretario de la Conferencia de Obispo franceses.
La traducción es mía.

Enrique Endrizzi

25/8/12
Acentuaciones del Vaticano II a revalorizar
Gaston Piétri, sacerdote en Ajaccio (Córcega)
Hay algunos acentos, enteramente fieles a la Tradición cristiana más antigua, que han aparecido en la obra del Vaticano II como innovadores. Son los mismos acentos que hoy no sólo se atenúan, sino también desaparecen muy frecuentemente del discurso y de las prácticas de algunas de nuestras comunidades.
Para expresar la condición común de los creyentes en Cristo, la Constitución Lumen Gentium pone en primer lugar la igualdad: “Una verdadera igualdad reina entre todos, en cuanto a la dignidad y a la acción, común a todos los creyentes para la edificación del Cuerpo de Cristo” (n.32c). Si no fuera así, ¿no habría cristianos de primera clase y cristianos de segunda clase?
El Concilio no deja de señalar en el mismo párrafo la diferencia de funciones y, entre ellas, la del pastor. ¿Por qué hablar tan poco de la igualdad y tener tan poca audacia para vivirla de modo más visible? Sin duda por miedo de 'sumergir' a los pastores en la comunidad. Por insuficiente comprensión de la verdadera naturaleza de las diferencias. Y, en definitiva, por una lamentable devaluación de este nombre común de “cristiano” que los discípulos recibieron un día en Antioquía (Hech 11, 26).
¿Qué habría, sin embargo, para nosotros más eminente que el honor de ser cristianos, es decir, de Cristo? Está dicho, pero hay que repetirlo: no hay nadie 'supercristiano'. Se oye decir a veces: “Los cristianos y los pastores”. Enunciar así la distinción no tiene ningún sentido en la lógica del cristianismo.
En el Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros el Vaticano II menciona cómo el ministerio de los presbíteros es irremplazable “en y para el Pueblo de Dios”, y precisa además: “Con todos los cristianos, ellos son discípulos del Señor (…). Regenerados con todos en la fuente del Bautismo, los presbíteros son hermanos entre sus hermanos, miembros del único Cuerpo de Cristo, cuya construcción ha sido confiada a todos” (PO 9). La relación de fraternidad es la más fundamental y si no se notara en la vida cotidiana, el aspecto de 'paternidad espiritual' que conlleva el ministerio sacerdotal quedaría desnaturalizado al perder su sentido evangélico: “Ustedes no tienen más que un Padre y todos ustedes son hermanos”.
Durante el Año Sacerdotal, entre la abundancia de publicaciones, ha costado mucho descubrir referencias netas e insistentes de esta importante advertencia conciliar. ¿De dónde el miedo? Tenemos necesidad de vocaciones al ministerio presbiteral. ¿Creemos quizá que la valorización urgente de esta vocación pueda ser fecunda y sobre todo bien entendida, si no se toma en cuenta seriamente este 'retorno' del ministerio del sacerdote al Pueblo de Dios, tal como lo incluye la dinámica de Lumen Gentium?
En el Decreto sobre el ecumenismo el Concilio recomienda una presentación de la fe cristiana que ponga en su verdadero lugar, es decir, en un lugar central, aquello que más directamente tiene “relación con los fundamentos de nuestra fe” (n. 11). A este respecto, habla de una 'jerarquía' de las verdades. Las devociones tienen su razón de ser. Ilustran a veces de forma oportuna tal o cual aspecto del misterio cristiano. Pero otras veces la excesiva y persistente atención prestada a ciertos aspectos terminan por ocultar aquello que está en el corazón de la Revelación del Dios de Jesucristo y, consecuentemente, aquello que nos es común entre confesiones cristianas. La identidad católica manifestada por esas devociones nacidas con el correr de los siglos debe subordinarse a la especificidad cristiana en cuanto ésta tiene de esencial. Es ella, por encima de todo, la que es preciso poner a la vista.
La Constitución Gaudium et spes considera la originalidad de la Iglesia, que no cabría reducir a ningún modelo político. Pero lo hace situando esta particularidad en la sociedad donde ella es solidaria con todos los actores de la vida común. El Concilio no duda en presentar Iglesia y sociedad en situación de reciprocidad. Lo que la Iglesia aporta al mundo no se da sin considerar lo que la Iglesia recibe del mundo (ns. 41 al 44). Del mismo Cristo recibimos sin cesar el Evangelio de salvación para proponerlo al mundo. De la historia y de la evolución del género humano la Iglesia recibe renovadas indicaciones para su presencia efectiva entre los hombres de este tiempo. No podemos argumentar sobre los errores individuales y colectivos de nuestros contemporáneos para colocar a la Iglesia por encima de una sociedad que no tendría nada para decirnos.
La idea democrática, por ejemplo, no se aplica a la Iglesia del mismo modo que en la sociedad política. Sin embargo, puede y debe inspirar los modos de relación al interior de la comunidad cristiana. No es suficiente repetir hasta la saciedad “la Iglesia no es una democracia”. Sería más sabio mostrar cuánto puede aportar de vivificante un sano espíritu democrático al realizar aquel 'momento oportuno' que es expresión del Pueblo de Dios. ¿Creemos realmente en ese 'momento oportuno' en el que el propio Espíritu “habla a la Iglesia”?
Estas acentuaciones no agotan ciertamente la obra del Vaticano II. Revivificarlas es necesario, sin embargo, si la Iglesia quiere que estos acicates vivos de la renovación querida por el Concilio no se emboten. La auténtica Tradición eclesial perdería entonces, en parte, el aliento que se manifestó hace 50 años y del cual la comunidad cristiana tiene más que nunca necesidad para ser fiel testigo del Espíritu que “renueva la faz de la Tierra”.


Gaston PIETRI


Original en la página web del Diario LA CROIX: www.la-croix.com .
Traducción de Enrique Endrizzi