viernes, 12 de octubre de 2012

EL VALOR DEL DON EN LA ECONOMÍA

Buscando entender cada vez más y mejor la encíclica Caritas in Veritate, "la primera encíclica social de la postmodernidad", va a continuación mi traducción de la entrevista al economista Stefano Zamagni realizada por Moisés Sbardelotto, para la página del Instituto Humanitas de la UNISINOS, de Sâo Leopoldo (Brasil).

Enrique Endrizzi
12 de octubre de 2012


Domingo, 8 de mayo de 2011

Eficiencia y justicia no bastan para asegurar la felicidad”: El valor del don en la economía. Entrevista especial con Stefano Zamagni

El cristianismo es una religión encarnada que, en cuanto tal, se preocupa con la condición de vida de los hombres que viven en sociedad”. Y esa comprensión fue la gran novedad de la primera encíclica de Juan XXIII, Mater et Magistra, publicada hace 50 años. Para el economista italiano Stefano Zamagni, la encíclica también se contrapone al “riesgo espiritualista que tiende a reducir el mensaje cristiano a un mensaje solamente para el alma y no también para el cuerpo”.
Por eso, en entrevista por e-mail a IHU On-Line, él afirma que “es preciso que es preciso reconocerle al principio de gratuidad un puesto de primer plano en la vida económica”. Y cuestiona: “¿Cuál es la función propia del don? La de hacer comprender que, junto a los bienes de justicia, están los bienes de gratuidad y que, por tanto, no es auténticamente humana la sociedad que se contenta solamente con los bienes de justicia”.
El próximo día 30 de mayo (de 2011), Zamagni estará presente en el Instituto Humanitas Unisinos – IHU, para un debate sobre alternativas económicas éticamente reguladas. Su conferencia Economía de comunión y otras formas de economía social: límites, posibilidades y perspectivas tendrá lugar de 19,30 a 22, en el Auditorio Central de la Unisinos, con entrada libre.
Con un extenso currículo, el economista italiano Stefano Zamagni recientemente ganó renombre mundial por haber sido uno de los principales consultores y asesores del Papa Benedicto XVI en la redacción de la encíclica Caritas in Veritate, publicada en 2009, acerca del “desarrollo humano integral”. Es profesor de la Universidad de Bolonia, en Italia, y ha dictado cátedras en la Universidad de Parma y en la Universidad Comercial Luigi Bocconi, en Milán. Desde 1991 es consultor del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, del Vaticano, y, entre 1994 y 1995 fue miembro del comité de conformación de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. Desde 1999 es miembro de la New York Academy of Sciences, de los Estados Unidos. Desde 1999 a 2007 fue también presidente de la Comisión Católica Internacional para los Migrantes – ICMC.
Desde 2007 es presidente de la Agencia para Las Organizaciones no lucrativas de Utilidad social – Onlus, entidad del gobierno italiano responsable por las asociaciones sin fines lucrativos. En 2008 fue homenajeado con el título de Caballero-Comendador de la Orden de San Gregorio Magno, una de las cinco órdenes pontificias de la Iglesia Católica. En 2010 recibió el título de doctor honoris causa en economía de la Universidad Francisco de Vitoria, de Madrid, España. Es autor de numerosos libros, entre los cuales destacamos: Microeconomia (Ed. Il Mulino, 1997), Profilo di Storia del Pensiero Economico (Ed. Nuova Italia Scientifica, 2004), Per una nuova teoria economica della Cooperazione (Ed. Il Mulino, 2005) y L'Economia del Bene Comune (Ed. Città nuova, 2007). En portugués publicó recientemente Economia Civil: Eficiência, Equidade e Felicidade (Ed. Cidade Nova, 2010), en coautoría con Luigino Bruni.
Aquí la entrevista:
IHU On-Line - ¿Cuáles son los puntos centrales abordados por el Papa Juan XXIII en el momento histórico de la publicación de la encíclica Mater et Magistra?
Stefano Zamagni – La Mater et Magistra fue publicada al final de la fase de reconstrucción post-bélica en un contexto caracterizado todavía por el dominio colonial de algunos países del Occidente desarrollado y no aún por los fenómenos de época que surgirán en las dos décadas siguientes: la globalización y la tercera revolución industrial. En lo que dice respecto al área de los problemas económicos y sociales, el mensaje de Mater et Magistra estuvo específicamente dirigido a los gobiernos nacionales, para que asumieran sus responsabilidades en el planeamiento conjunto del camino de desarrollo económico de sus países. En cierto sentido, la Mater et Magistra “bendijo” el modelo de economía mixta, según el cual el sector público y el sector privado debían cooperar para el bien común.
IHU On-Line – Según su opinión, ¿cuáles fueron las grandes novedades del documento frente a la coyuntura de la época?
Stefano Zamagni – La gran novedad de la Mater et Magistra fue la de procurar que se comprendiese que el cristianismo en una religión encarnada, que, en cuanto tal, se preocupa de la condición de vida de los hombres que viven en sociedad. La Mater et Magistra habla contra el riesgo espiritualista que tiende a reducir el mensaje cristiano a un mensaje solamente para el alma y no también para el cuerpo.
IHU On-Line – Justicia, equidad, subsidiaridad son términos que repiten en la encíclica. ¿Cuál es la ética económica subyacente en la Mater et Magistra? ¿Cómo nos desafían hoy los avances y desafíos ético-económicos propuestos por Juan XXIII?
Stefano Zamagni – La matriz ética que sustenta el planteo de la Mater et Magistra es la de la ética de las virtudes, tal como fue trabajada por Santo Tomás de Aquino. Las nociones de equidad, subsidiaridad, justicia, hoy exigen ser reelaboradas, precisamente para tener en cuenta las res novae (novedades) a las que alude la primera pregunta. Por lo tanto, no podemos pensar en aplicar a la realidad de hoy las formulaciones de la Mater et Magistra, que, validísimas para el contexto de la época, hoy se muestran un tanto obsoletas.
Por otro lado, con referencia a eso, el primer mensaje destacado que nos viene de Caritas in Veritate, de Benedicto XVI, por ejemplo, es la invitación a superar la ya obsoleta dicotomía entre la esfera de lo económico y la esfera de lo social. La modernidad nos dejó como herencia la idea de que, para tener acceso al club económico, es indispensable buscar el lucro y ser motivado por intenciones exclusivamente de autointerés. Como si se dijese que no somos plenamente empresarios si no procuramos la maximización del lucro. En caso contrario, deberíamos contentarnos con ser parte de la esfera social. Esa conceptualización absurda – a su vez hija del error teórico que confunde la economía de mercado, que es el género, con esa particular especie suya que es el sistema capitalista – llevó a identificar la economía con el lugar de producción de riqueza (o de renta), y lo social, con el lugar de su distribución y de la solidaridad.
La Caritas in Veritate nos dice, al contrario, que se pueden hacer negocios aunque se busquen fines de utilidad social y que uno sea movido a la acción por motivaciones de tipo pro-social. Ese es un modo concreto, aunque no el único, de llenar el peligroso abismo entre lo económico y lo social – peligroso porque, si es verdad que un accionar económico que no incorpore en su interior la dimensión de lo social no sería éticamente aceptable, es igualmente verdad que un objetivo social meramente distributivo que no haga bien las cuentas con el vínculo de los recursos no sería sustentable a largo plazo: antes de poder distribuir, es necesario, de hecho, producir.
Benedicto XVI quiso, así, desafiar un lugar común todavía duro de masticar, según el cual la acción económica sería algo muy serio y exigente para dejarla expuesta a los cuatro principios cardinales de la Doctrina Social de la Iglesia, que son: centralidad de la persona humana, solidaridad, subsidiaridad, bien común. De ahí la implicación práctica según la cual los valores de la Doctrina Social de la Iglesia deberían tener espacio únicamente en las obras de naturaleza social, dado que a los especialistas de la eficiencia cabría la tarea de guiar la economía. Es mérito de esta encíclica, ciertamente no secundario, su aporte para sanar esa grave laguna, que es al mismo tiempo, cultural y política.
Al contrario de lo que se piensa, no es la eficiencia el fundamentum divisionis para distinguir lo que es 'empresa' y lo que no lo es. Y esto por la simple razón de que la categoría de eficiencia pertenece al orden de los medios y no de los fines. De hecho, debemos ser eficientes para lograr el mejor fin que libremente elegimos dar a nuestra acción. Pero la elección del fin no tiene nada que ver con la propia eficiencia. Solamente después que se eligió la meta a ser alcanzada, el emprendedor debe procurar ser eficiente. Una eficiencia como fin en sí misma acabaría en eficientismo, que es una de las causas más frecuentes, hoy, de destrucción de la riqueza, como la crisis económico-financiera en curso lo confirma.
Economía civil
Pues bien, la ganancia que la Caritas in Veritate ofrece es la de tomar posición en favor del concepto de mercado, típico de la tradición de pensamiento de la economía civil, según la cual se puede vivir la experiencia de la socialidad humana dentro de una vida económica normal, y no fuera o al lado de ella, como sugiere el modelo dicotómico de orden social. Ese es un concepto alternativo, al mismo tiempo, tanto al que ve el mercado como lugar de explotación y de opresión del fuerte sobre el débil, cuanto al que, en consonancia con el pensamiento anarcoliberal, lo ve como lugar capaz de dar solución a todos los problemas de la sociedad.
La economía se ubica como alternativa con relación a la economía de tradición smithiana, que ve el mercado como la única institución verdaderamente necesaria para la democracia y para la libertad. La Doctrina Social de la Iglesia, nos recuerda, en cambio, que una buena sociedad es ciertamente fruto del mercado y de la libertad, pero tiene exigencias que remiten al principio de fraternidad que no pueden ser evitadas ni remitidas solamente a la esfera privada o a la filantropía. Al mismo tiempo, la Doctrina Social de la Iglesia no toma partido con quien combate los mercados y ve lo económico en conflicto endémico y natural con la vida buena, invocando una disminución y una retirada de lo económico de la vida en común. Al contrario, ella propone un humanismo multidimensional, en el cual el mercado no es combatido o “controlado”, sino que es visto como momento importante de la esfera pública – esfera que es mucho más vasta que lo estatal – que, si se concibe y se vive como lugar abierto también a los principios de reciprocidad y de don, puede construir la “ciudad”.
IHU On-Line - ¿Cómo analiza Ud. los conceptos de “don”, “gratuidad” o “comunión”, que sirven de base para algunas teorías económicas que buscan ser éticamente justas?
Stefano Zamagni – La recepción de la perspectiva de gratuidad dentro de la acción económica comporta dos consecuencias, entre otras. La primera concierne al modo de mirar la relación entre crecimiento económico y programas de bienestar social. ¿Quién va primero: el crecimiento económico o el bienestar social? Dicho de otro modo: el gasto del welfare [bienestar social] ¿debe ser considerado como consumo social o como inversión social? La tesis defendida en la Caritas in Veritate, por ejemplo, es que, en las condiciones históricas actuales, la posición de quien ve el welfare como factor de desarrollo económico es mucho más confiable y justificable que la posición contraria.
Como se sabe, el Estado social, en la segunda mitad del siglo XX, representó una institución dedicada a la búsqueda de dos objetivos principales: por un lado, reducir la pobreza y la exclusión social, redistribuyendo, por medio de los impuestos, renta y riqueza (la así llamada función de “Robin Hood”); y, por otro lado, ofrecer servicios de seguridad, favoreciendo una asignación eficiente de los recursos a lo largo del tiempo (función de “caja”). El instrumento pensado para la necesidad fue, básicamente, éste: los gobiernos usan el dividendo del crecimiento económico para mejorar la posición relativa de quien está peor, sin empeorar la posición absoluta de quien está mejor. Entre tanto, todo un conjunto de circunstancias – la globalización y la tercera revolución industrial – causó, en los países del Occidente desarrollado a partir de los años 1980, una disminución de velocidad del crecimiento potencial. Eso terminó dando aliento, durante la última década, al convencimiento de que los mecanismos redistributivos de la tributación y de los servicios sociales son la causa del debilitamiento del crecimiento potencial y, consecuentemente, son responsables de generar una escasez de recursos para la acción social de los gobiernos. Los resultados de ese modo de ver el welfare están ahí, a la vista de todos. No solamente el viejo estado de bienestar se muestra hoy incapaz de enfrentar las nuevas pobrezas; es igualmente impotente contra las desigualdades sociales, en continuo aumento en Europa.
Las razones que sustentan la tesis de la existencia de un trade-off entre protección social y crecimiento económico son mucho menos plausibles que aquellas que militan en favor de la tesis opuesta. No es en absoluto verdad que el refuerzo de las instituciones de protección social implica condenarse a un crecimiento más bajo, en el largo plazo insustentable. Es verdad, al contrario, que un welfare post-hobbesiano, centrado principalmente en políticas de promoción de las capacidades de las personas, constituye, en la actual fase post-fordista, caracterizada por la emergencia de nuevos riesgos sociales, el antídoto más eficaz contra posibles tentaciones antidemocráticas y, de ese modo, el factor decisivo de desarrollo económico.
La función del don
Reconocerle al principio de gratuidad un puesto de primer plano en la vida económica tiene que ver con la difusión de cultura y de praxis de reciprocidad. Junto con la democracia, la reciprocidad es un valor fundante de una sociedad. O mejor, se podría también sostener que es de la reciprocidad de donde la regla democrática extrae su sentido último. ¿En qué “lugares” la reciprocidad es de casa, o sea, es practicada y alimentada? La familia es el primero de tales lugares: piénsese en las relaciones entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. Luego, está la cooperativa, la empresa social y varias formas de asociaciones. ¿No es verdad, acaso, que las relaciones entre los componentes de una familia o entre los socios de una cooperativa son relaciones de reciprocidad? Hoy, sabemos que el progreso civil y económico de un país depende básicamente de cuán difundidas estén entre sus ciudadanos las prácticas de reciprocidad. Sin el mutuo reconocimiento de una pertenencia común, no hay eficiencia o acumulación de capital que se mantenga. Hay hoy una inmensa necesidad de cooperación: he aquí porqué precisamos expandir las formas de gratuidad y reforzar las que ya existen. Las sociedades que extirpan de su propio campo las raíces del árbol de la reciprocidad están destinadas a la decadencia, como la historia nos ha enseñado hace ya mucho tiempo.
¿Cuál es la función propia del don? La de hacer comprender que, junto a los bienes de justicia, están los bienes de gratuidad y que, por tanto, no es auténticamente humana la sociedad que se contenta solamente con los bienes de justicia. ¿Cuál es la diferencia? Los bienes de justicia son aquellos que nacen de un deber; los bienes de gratuidad son los que nacen de una obbligatio. Es decir, son bienes que nacen del reconocimiento de que yo estoy ligado a un otro, que, en cierto sentido, él es parte constitutiva mía. La gratuidad, de hecho, no es una virtud ética. La justicia, como ya enseñaba Platón, es una virtud ética, y estamos todos de acuerdo sobre la importancia de la justicia, pero la gratuidad se refiere, al contrario, a una dimensión supraética del obrar humano, porque su lógica es la superabundancia, mientras la lógica de la justicia es la lógica de la equivalencia.
Y, entonces, la Caritas in Veritate nos dice que una sociedad, para funcionar bien y para progresar, precisa que, dentro de la praxis económica, haya sujetos que comprendan lo que son los bienes de gratuidad; que se entienda, en otras palabras, que necesitamos hacer refluir el principio de gratuidad en los circuitos de nuestra sociedad.
El desafío al que Benedicto XVI nos invita es el de luchar para restituir el principio del don a la esfera pública. El don auténtico, afirmando el primado de la relación sobre su exoneración, del lazo intersubjetivo sobre el bien donado, de la identidad personal sobre el lucro, debe poder encontrar espacio de expresión en cualquier lugar, en cualquier ámbito del obrar humano, incluyendo allí la economía. El mensaje que la Caritas in Veritate nos deja es el de pensar la gratuidad y, por tanto, la fraternidad como señal de condición humana y, por consiguiente, el de ver en el ejercicio del don el presupuesto indispensable para que Estado y mercado puedan funcionar, teniendo como objetivo el bien común. Sin prácticas ampliadas del don, se podrá tener un mercado eficiente y un Estado competente (y hasta justo), pero ciertamente las personas no serán ayudadas a realizar la alegría de vivir. Porque eficiencia y justicia, aún juntas, no bastan para asegurar la felicidad de las personas.
IHU On-Line – Por otro lado, ¿cómo entender el “bien común” a partir de la enseñanza social de la Iglesia? ¿Cómo una economía basada en principios cristianos puede fomentarlo y construirlo?
Stefano Zamagni – Para la Doctrina Social de la Iglesia, el bien común es el bien de todos los seres humanos y de todo el ser humano. Tres son las dimensiones fundamentales de los humano: material, sociorrelacional, espiritual. La idea de bien común nos hace entender que no es lícito sacrificar la dimensión sociorrelacional para favorecer la material. Por ejemplo, a pesar de aumentar el PIB, no es aceptable que se renuncie a la fiesta. Así mismo, no es lícito sacrificar la dimensión espiritual de las personas para favorecer la red de relaciones sociales. El principio del bien común nos dice que la organización del trabajo, el funcionamiento de los mercados, las formas de la política deben consentir el desarrollo armónico de las tres dimensiones en conjunto.
La fraternidad – palabra ya presente en la bandera de la Revolución Francesa, pero que el orden postrevolucionario luego abandonó, por razones conocidas, hasta su eliminación del léxico político-económico – recibió de la escuela de pensamiento franciscana el significado que conservó en el transcurso del tiempo. Que es el de constituir, al mismo tiempo. El complemento y la exaltación del principio de solidaridad. De hecho, en cuanto la solidaridad es el principio de organización social que permite que los desiguales se vuelvan iguales, el principio de fraternidad es el principio de organización social que permite que los iguales sean diferentes. La fraternidad permite que las personas que son iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales expresen diferentemente su proyecto de vida o su carisma. Las épocas que dejamos atrás, los siglos XIX y principalmente el XX, se caracterizaron por grandes batallas, sean culturales, o políticas, en nombre de la solidaridad, y eso fue algo bueno: piénsese en la historia del movimiento sindical y en la lucha por la conquista de los derechos civiles. El punto es que una buena sociedad no se puede contentar con un horizonte de solidaridad, porque una sociedad que sólo fuese solidaria, y no también fraterna, sería una sociedad de la cual cada uno procuraría apartarse. El hecho es que, mientras la sociedad fraterna es también una sociedad solidaria, lo inverso no es necesariamente verdadero.
Haber olvidado el hecho de que no es sustentable una sociedad de seres humanos en que se extingue el sentido de fraternidad y en que todo se reduce, por un lado, a mejorar las transacciones basadas en el intercambio de equivalentes y, por otro, en aumentar las transferencias ejecutadas por estructuras asistenciales de naturaleza pública, nos hace ver porqué, a pesar de la calidad de las fuerzas intelectuales intervinientes, aún no haya alcanzado una solución creíble del enorme trade-off entre eficiencia y equidad. No es capaz de tener futuro una sociedad en la que se disuelve el principio de fraternidad; es decir, no es capaz de progresar la sociedad en la que existe solamente el “dar por tener” o el “dar por deber”. He aquí porqué ni la visión liberal-individualista del mundo, en que todo (o casi todo) es intercambio, ni la visión Estadocéntrica en el Estado societario, en que todo (o casi todo) es obligación, son guías seguros para hacernos salir de las aguas poco profundas en que nuestras sociedades están hoy atascadas.
Religiosidad y economía
Se plantea una cuestión: ¿Por qué en el último cuarto de siglo la perspectiva del discurso del bien común – según la formulación dada por la Doctrina Social de la Iglesia desde por lo menos un par de siglos, durante los cuales el tema había salido de hecho de la escena – está hoy volviendo a emerger como si fuese un río subterráneo? ¿Por qué el paso de los mercados nacionales al mercado global, consumado en el transcurso del último cuarto de siglo, está volviendo nuevamente actual el discurso sobre el bien común? Observo, de paso, que lo que acontece es parte de un movimiento más vasto de ideas sobre economía, un movimiento cuyo objeto es la conexión entre religiosidad y performance económica. A partir de la consideración de que las creencias religiosas son de importancia decisiva para forjar los mapas cognitivos de los sujetos y para plasmar las normas sociales de comportamiento, ese movimiento de ideas busca indagar cuánto influye la prevalencia en un determinado país (o territorio) de una cierta matriz religiosa en la formación de categorías de pensamiento económico, programas sociales, la política escolar, etc. Luego de un largo período de tiempo, durante el cual la célebre tesis de la secularización parecía haber dicho la palabra final sobre la cuestión religiosa, al menos en lo que concierne al campo económico, lo que está aconteciendo hoy es verdaderamente paradojal.
Es que no es difícil explicar el retorno al debate cultural contemporáneo de la perspectiva del bien común, verdadera marca de la ética católica en el ámbito socioeconómico. Como Juan Pablo II aclaró en muchas ocasiones, la Doctrina Social de la Iglesia no debe ser considerada como una teoría ética más en relación a las tantas ya disponibles en la literatura, sino verdaderamente como una “gramática común” a ellas, porque se funda sobre un punto de vista específico, el de cuidar del bien humano. En verdad, aunque las diversas teorías éticas pongan su fundamento, ya en la búsqueda de reglas (como acontece en el jusnaturalismo positivista, según el cual la ética deriva de la norma jurídica), ya en la acción (piénsese en el neocontractualismo rawlsiano o en el neoutilitarismo), la Doctrina Social de la Iglesia acoge como su punto clave el “estar con”. El sentido de la ética del bien común es que, para poder comprender la acción humana, nos debemos poner en la perspectiva de la persona que obra – cf. Veritatis Splendor, 78 – y no en la perspectiva de una tercera persona (como hace el jusnaturalismo), o sea, como espectador imparcial (como Adam Smith había sugerido). De hecho, el bien moral, siendo una realidad práctica, es conocido primeramente no por quien lo teoriza, sino por quien lo practica: él es el que sabe ubicarlo y, por tanto, escogerlo con certeza cuantas veces estuviera en discusión.
IHU On-Line - ¿Cómo podemos entender el significado de “propiedad”, explicitado en la Mater et Magistra, dentro de la actual coyuntura socioeconómica?
Stefano Zamagni – Tres son las formas principales de propiedad: privada, pública, común. La Mater et Magistra nos invita a considerar la relevancia de la propiedad común en nuestras sociedades. Es un error grave pensar que la propiedad, de no ser privada, debe ser pública (es decir, estatal). Grupos de ciudadanos se pueden asociar para administrar juntos commons (aire, agua, energía, suelo) con formas de negocio como cooperativas comunitarias, fundaciones, etc. En muchos casos, la propiedad común no solamente asegura resultados de eficiencia más elevada, sino que también fomenta cohesión social, reforzando los lazos interpersonales. Particularmente, la difusión de la cultura del don y la práctica de experiencias tales como las de economía de comunión se facilitan si el ordenamiento constitucional del país prevé la propiedad común.
IHU On-Line – En la Mater et Magistra, especialmente en un período post Guerras Mundiales y pre Guerra Fría, Juan XXIII se preocupaba con las grandes cuestiones de la humanidad y pensaba en la necesidad de un órgano supranacional para administrar esas demandas. Eso fue retomado por Benedicto XVI en Caritas in Veritate. ¿Cómo analiza Ud. esa cuestión?
Stefano Zamagni – Un tema de extraordinario actualidad que, en la Caritas in Veritate, es tratado con particular fuerza es el que trata sobre el vínculo entre la paz y el desarrollo integralmente humano. Tema que la Populorum Progressio de Pablo VI popularizó con la célebre frase: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Pues bien, plenamente alineado con tal posición, Benedicto XVI sistematiza un pensamiento que sintetizo en los siguientes términos: a) la paz es posible, porque la guerra es un evento y no un estado de cosas; la guerra es, por lo tanto, una emergencia transitoria, por más larga que pueda ser, no es una condición permanente de la sociedad humana; b) la paz, por lo tanto, debe ser construida, porque no es algo espontáneo, dado que es fruto de obras que tienden a crear instituciones de paz; c) en la actual fase histórica, las instituciones de paz más urgentes son las que tienen que ver con la problemática del desarrollo humano.
¿Cuáles son las instituciones de paz que merecen hoy prioridad absoluta? Para esbozar una respuesta, conviene fijar la atención sobre algunos hechos peculiares que señalan nuestra época. El primero concierne al escándalo del hambre. Es sabido que el hambre no es una trágica novedad de estos tiempos; pero lo que la torna hoy escandalosa y, por tanto, intolerable es el hecho de que no es una consecuencia de una production failure a nivel global, es decir, de una incapacidad del sistema productivo para asegurar alimentos para todos. No es, por lo tanto, la escasez de recursos, a nivel global, lo que causa hambre y privaciones diversas. Es, al revés, una institutional failure, o sea, la falta de instituciones adecuadas, económicas y jurídicas, el principal factor responsable de ello.
Considérense los siguientes eventos: El extraordinario aumento de la interdependencia económica, que ocurrió a lo largo del último cuarto de siglo, implica que amplios segmentos de población puedan ser influenciados negativamente, en sus condiciones de vida, por eventos que ocurren en lugares aún bastante distantes y respecto a los cuales no tienen ningún poder de intervención. Acontece así que, a las bien conocidas “carestías de depresión”, se han agregado hoy las “carestías del boom”, como Amartya Sen documentó ampliamente. No solamente eso, sino también la expansión del área de mercado – un fenómeno que en sí es positivo – significa que la capacidad de un grupo social para tener acceso a los alimentos depende, de modo esencial, de las decisiones de otros grupos sociales. Por ejemplo, el precio de un bien primario (café, cacao, etc.), que constituye la principal fuente de renta para una determinada comunidad, puede depender de lo que sucede con el precio de otros productos, y eso independientemente de una modificación en las condiciones de producción del primer bien.
Un segundo hecho comprobado se refiere a la modificación de la naturaleza del comercio y de la concurrencia entre países ricos y pobres. En el trascurso de los últimos 20 años, la tasa de crecimiento de los países más pobres fue más alta que la de los países ricos: cerca del 4% contra aproximadamente 1,7% anual en el período de 1980 al 2000. Se trata de un hecho absolutamente nuevo, ya que nunca antes había sucedido que los países pobres creciesen más rápidamente que los ricos. Esto explica porqué, en el mismo período, se ha registrado la primera caída de la historia en el número de personas pobres en términos absolutos (o sea, aquellas que, en promedio, disponen de menos de un dólar por día, teniéndose en cuenta la paridad de poder de compra). Prestando la debida atención al aumento de los niveles de población, se puede decir que la tasa de pobres absolutos del mundo pasó de 62% en 1978 a 29% en 1998. (Naturalmente, tan notable resultado no se registró de modo uniforme en las diversas regiones del mundo. Por ejemplo, en el África subsahariana, el número de pobres absolutos pasó de 217 millones en 1987 a 301 millones en 1998). Al mismo tiempo, sin embargo, la pobreza relativa, es decir, la desigualdad – ya sea medida por el coeficiente de Gini o por el índice de Theil – aumentó dramáticamente de 1980 a hoy. Es sabido que el índice de desigualdad total está dado por la suma de dos componentes: la de desigualdad entre países y la del interior de un único país. Como conclusión del importante trabajo de Peter H. Lindert y de Jeffrey G. Williamson, Does Globalization Make the World More Unequal? (Chicago, 2003), gran parte del aumento de la desigualdad total es atribuible al aumento del segundo componente, sea en los países densamente poblados (China, India y Brasil) que registraron elevadas tasas de crecimiento, sea en los países del Occidente desarrollado. Esto significa que los efectos redistributivos de la globalización no son unívocos: ni siempre el rico gana (ya sea país o grupo social), ni siempre el pobre pierde.
Un tercer hecho comprobado: la relación entre el estado nutricional de las personas y la propia capacidad de trabajo influye tanto el modo como el alimento es distribuido entre los miembros de la familia – de modo especial, entre hombres y mujeres -, cuanto el modo como funciona el mercado de trabajo. Los pobres poseen solamente un potencial de trabajo; para transformarlo en fuerza de trabajo efectiva, la persona necesita de nutrición adecuada. Pues, bien, si no son ayudados adecuadamente, los subnutridos no son capaces de satisfacer esa condición en una economía de libre mercado. La razón es simple: la calidad de trabajo que el pobre está en condiciones de ofrecer al mercado de trabajo es insuficiente para “exigir” el alimento del que precisa para vivir de modo decente. Como ha demostrado la moderna ciencia de la nutrición, del 60% a 75% de la energía que una persona extrae del alimento son utilizados para mantener vivo el cuerpo; solamente la parte restante puede ser usada para el trabajo o para otras actividades. He aquí porqué en las sociedades pobres se pueden establecer verdades “trampas de pobreza”, destinadas a durar hasta por largos períodos de tiempo.
Fracaso institucional y el escándalo del hambre
Lo peor es que una economía puede continuar alimentando trampas de pobreza aún si la renta crece en valor agregado. Por ejemplo, puede suceder – como en realidad sucede – que el desarrollo económica, medido en puntos del PIB per capita, estimule a los agricultores a transferir el uso de sus tierras de la producción de cereales a producción de carne, mediante el aumento de las crías, ya los márgenes de ganancia de esta última son superiores a las que se pueden obtener con la primera. Entre tanto, el consiguiente aumento de precio de los cereales hará empeorar los niveles nutricionales de las franjas pobres de la población, a las cuales no les es permitido el acceso al consumo de carne. Hay que enfatizar que un incremento en el número de individuos con baja renta puede aumentar la subnutrición entre los más pobres a causa de un cambio en la composición de la demanda de bienes finales. Obsérvese, en fin, que la combinación entre status nutricional y productividad del trabajo puede ser “dinástica”: una vez que una familia o un grupo social ha caído en la trampa de pobreza, es muy difícil para los descendientes salir de ella, por más que la economía crezca como un todo.
¿Qué conclusiones se saca de todo esto? Que el reconocimiento de un nexo fuerte entre las institutional failures, de un lado, y el escándalo del hambre y el aumento de las desigualdades globales, por el otro, nos recuerda que las instituciones no son – así como los recursos naturales – un don de la naturaleza, más aún sin reglas de juego económico que sean definidas en sede política. Si el hambre dependiese – como fue el caso hasta el inicio del siglo XX – de una situación de escasez absoluta de recursos, no habría otra cosa que hacer que pedir la compasión fraterna, o sea, la solidaridad.
Saber, en cambio, que ella depende de reglas, esto es, de instituciones, en parte obsoletas y en parte equivocadas, nos empuja a intervenir en los mecanismos y procedimientos por fuerza de los cuales esas reglas fueron fijadas y resultaron ineficaces. La urgencia de intervenir en ese sentido nos es sugerida también por la siguiente cita de Norberto Bobbio, que ilustra, con rara eficacia, el nexo entre libertad, igualdad y lucha para adquirir posiciones de dominio: “En la historia humana, las luchas por la superioridad se alternan con las luchas por la igualdad. Y es natural que ocurra esta alternancia, porque la lucha por la superioridad presupone de los individuos o grupos que hayan alcanzado entre sí una cierta igualdad. La lucha por la igualdad precede frecuentemente a la lucha por la superioridad... Antes de llegar al punto de luchar por el dominio, cada grupo social debe conquistar un cierto nivel de paridad con sus propios rivales” (BOBBIO, N., Destra e sinistra. Roma: Donzelli, 1999, p.164).
No hay quien no vea la dificultad que la realización de intervenciones institucionales como ésas provoca. Es por eso que la Caritas in veritate habla de la urgencia de dar vida a una autoridad política global, que, sin embargo, ha de ser de tipo subsidiario y poliárquico. Eso implica, de un lado, el rechazo de dar vida a un tipo de superestado, y, de otro, la voluntad de actualizar de modo radical el trabajo desarrollado en 1944, en Bretton Woods, cuando se proyectó un nuevo orden económico internacional al final de un largo período de guerras.
IHU On-Line – Usted colaboró con Benedicto XVI en la redacción de Caritas in Veritate, tan citada hasta aquí, habiendo sido uno de sus principales mentores. ¿Qué valoración hace Ud. de la enseñanza social de la Iglesia frente a los desafíos sociales y económicos contemporáneos?
Stefano Zamagni – La novedad de Caritas in Veritate es la de llevar al máximo cumplimiento los principios de las Doctrinas Sociales de la Iglesia contenidas en la Mater et Magistra y en la Populorum Progressio a la luz de los problemas de la nueva fase histórica que comenzó hace cerca de 30 años. Se puede decir que la Caritas in veritate es la primera encíclica social de la postmodernidad. En particular la gran novedad de Caritas in Veritate es la afirmación de que el principio de fraternidad debe encontrar espacio de aplicación en la vida económica habitual. Eso no aparece en Mater et Magistra.
Albert Camus escribió en Nupcias, el verano: “Si hay un pecado contra la vida, es tal vez no tanto el de desesperar por causa de ella, sino el esperar en otra vida y eximirse así de la implacable grandeza de ésta”. Camus no era creyente, pero nos enseña una verdad: No se debe pecar contra la vida presente descalificándola, humillándola. No se debe, por lo mismo, trasladar el baricentro de nuestra fe al más allá, al punto de volver insignificante el presente: pecaríamos contra la Encarnación.
Se trata de una opción antigua, que se remonta a los Padres de la Iglesia que llamaban a la Encarnación un Sacrum Commercium, para subrayar la relación de reciprocidad profunda entre lo humano y lo divino y, sobre todo, para resaltar que el Dios cristiano es un Dios de hombres que viven en la historia, y que se interesa, o mejor, que se conmueve por su condición humana. Amar la existencia es, entonces, un acto de fe y no solamente de placer personal. Lo que lleva a la esperanza, que no se preocupa solamente por el futuro, sino también por el presente, porque necesitamos saber que nuestras obras tienen, más que un destino, un significado y un valor también aquí y ahora.
El siglo XV fue el siglo del primer humanismo, un acontecimiento típicamente europeo. El siglo XXI, ya desde su inicio, expresa, con fuerza, la exigencia de aportar a un nuevo humanismo. En aquel momento, fue la transición del feudalismo a la modernidad el factor decisivo que impulsó en esa dirección. Hoy, es un paso de época igualmente radical – el de la sociedad industrial a la postindustrial, o sea, de la modernidad a la postmodernidad – el que nos hace entrever la urgencia de un nuevo humanismo.
Globalización, financiarización de la economía, nuevas tecnologías, cuestión migratoria, aumento de las desigualdades sociales, conflictos identitarios, cuestión ambiental, deuda internacional son solamente algunas de las palabras que hablan del actual “malestar en la civilización” - para evocar el título de un célebre ensayo de S. Freud. Ante los nuevos desafíos, la mera actualización de las viejas categorías de pensamiento o el simple recurso a técnicas aun sofisticadas de decisión colectiva no sirven al caso. Es necesario usar caminos diferentes: es ésa, sustancialmente, la invitación sincera que la Caritas in Veritate nos dirige.
(Por Moisés Sbardelotto).
Tradujo Enrique Endrizzi, de la nota publicada en la página web de IHU Unisinos, de Brasil.

viernes, 31 de agosto de 2012

Cincuenta años del Concilio Vaticano II

Para conmemorar los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, va a continuación un texto de reflexión sobre algunas puntualizaciones o acentos del Concilio que el P.Gastón Piétri, sacerdote francés, ha publicado en el diario La Croix días atrás. El P.Gastón Piétri nació en 1929 y, entre otros cargos, fue secretario de la Conferencia de Obispo franceses.
La traducción es mía.

Enrique Endrizzi

25/8/12
Acentuaciones del Vaticano II a revalorizar
Gaston Piétri, sacerdote en Ajaccio (Córcega)
Hay algunos acentos, enteramente fieles a la Tradición cristiana más antigua, que han aparecido en la obra del Vaticano II como innovadores. Son los mismos acentos que hoy no sólo se atenúan, sino también desaparecen muy frecuentemente del discurso y de las prácticas de algunas de nuestras comunidades.
Para expresar la condición común de los creyentes en Cristo, la Constitución Lumen Gentium pone en primer lugar la igualdad: “Una verdadera igualdad reina entre todos, en cuanto a la dignidad y a la acción, común a todos los creyentes para la edificación del Cuerpo de Cristo” (n.32c). Si no fuera así, ¿no habría cristianos de primera clase y cristianos de segunda clase?
El Concilio no deja de señalar en el mismo párrafo la diferencia de funciones y, entre ellas, la del pastor. ¿Por qué hablar tan poco de la igualdad y tener tan poca audacia para vivirla de modo más visible? Sin duda por miedo de 'sumergir' a los pastores en la comunidad. Por insuficiente comprensión de la verdadera naturaleza de las diferencias. Y, en definitiva, por una lamentable devaluación de este nombre común de “cristiano” que los discípulos recibieron un día en Antioquía (Hech 11, 26).
¿Qué habría, sin embargo, para nosotros más eminente que el honor de ser cristianos, es decir, de Cristo? Está dicho, pero hay que repetirlo: no hay nadie 'supercristiano'. Se oye decir a veces: “Los cristianos y los pastores”. Enunciar así la distinción no tiene ningún sentido en la lógica del cristianismo.
En el Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros el Vaticano II menciona cómo el ministerio de los presbíteros es irremplazable “en y para el Pueblo de Dios”, y precisa además: “Con todos los cristianos, ellos son discípulos del Señor (…). Regenerados con todos en la fuente del Bautismo, los presbíteros son hermanos entre sus hermanos, miembros del único Cuerpo de Cristo, cuya construcción ha sido confiada a todos” (PO 9). La relación de fraternidad es la más fundamental y si no se notara en la vida cotidiana, el aspecto de 'paternidad espiritual' que conlleva el ministerio sacerdotal quedaría desnaturalizado al perder su sentido evangélico: “Ustedes no tienen más que un Padre y todos ustedes son hermanos”.
Durante el Año Sacerdotal, entre la abundancia de publicaciones, ha costado mucho descubrir referencias netas e insistentes de esta importante advertencia conciliar. ¿De dónde el miedo? Tenemos necesidad de vocaciones al ministerio presbiteral. ¿Creemos quizá que la valorización urgente de esta vocación pueda ser fecunda y sobre todo bien entendida, si no se toma en cuenta seriamente este 'retorno' del ministerio del sacerdote al Pueblo de Dios, tal como lo incluye la dinámica de Lumen Gentium?
En el Decreto sobre el ecumenismo el Concilio recomienda una presentación de la fe cristiana que ponga en su verdadero lugar, es decir, en un lugar central, aquello que más directamente tiene “relación con los fundamentos de nuestra fe” (n. 11). A este respecto, habla de una 'jerarquía' de las verdades. Las devociones tienen su razón de ser. Ilustran a veces de forma oportuna tal o cual aspecto del misterio cristiano. Pero otras veces la excesiva y persistente atención prestada a ciertos aspectos terminan por ocultar aquello que está en el corazón de la Revelación del Dios de Jesucristo y, consecuentemente, aquello que nos es común entre confesiones cristianas. La identidad católica manifestada por esas devociones nacidas con el correr de los siglos debe subordinarse a la especificidad cristiana en cuanto ésta tiene de esencial. Es ella, por encima de todo, la que es preciso poner a la vista.
La Constitución Gaudium et spes considera la originalidad de la Iglesia, que no cabría reducir a ningún modelo político. Pero lo hace situando esta particularidad en la sociedad donde ella es solidaria con todos los actores de la vida común. El Concilio no duda en presentar Iglesia y sociedad en situación de reciprocidad. Lo que la Iglesia aporta al mundo no se da sin considerar lo que la Iglesia recibe del mundo (ns. 41 al 44). Del mismo Cristo recibimos sin cesar el Evangelio de salvación para proponerlo al mundo. De la historia y de la evolución del género humano la Iglesia recibe renovadas indicaciones para su presencia efectiva entre los hombres de este tiempo. No podemos argumentar sobre los errores individuales y colectivos de nuestros contemporáneos para colocar a la Iglesia por encima de una sociedad que no tendría nada para decirnos.
La idea democrática, por ejemplo, no se aplica a la Iglesia del mismo modo que en la sociedad política. Sin embargo, puede y debe inspirar los modos de relación al interior de la comunidad cristiana. No es suficiente repetir hasta la saciedad “la Iglesia no es una democracia”. Sería más sabio mostrar cuánto puede aportar de vivificante un sano espíritu democrático al realizar aquel 'momento oportuno' que es expresión del Pueblo de Dios. ¿Creemos realmente en ese 'momento oportuno' en el que el propio Espíritu “habla a la Iglesia”?
Estas acentuaciones no agotan ciertamente la obra del Vaticano II. Revivificarlas es necesario, sin embargo, si la Iglesia quiere que estos acicates vivos de la renovación querida por el Concilio no se emboten. La auténtica Tradición eclesial perdería entonces, en parte, el aliento que se manifestó hace 50 años y del cual la comunidad cristiana tiene más que nunca necesidad para ser fiel testigo del Espíritu que “renueva la faz de la Tierra”.


Gaston PIETRI


Original en la página web del Diario LA CROIX: www.la-croix.com .
Traducción de Enrique Endrizzi

miércoles, 25 de abril de 2012

CELAM Documento conclusivo Seminario sobre industrias extractivas

Teniendo en cuenta la preocupación de nuestros Obispos por la significación ética de las industrias extractivas, se publica a continuación el documento conclusivo del Seminario promovido por el Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM, no hace todavía un año, a mediados de junio de 2011.
Como se puede constatar, se trata de un documento incisivo sobre este tema, y no sólo doctrinal sino además informado de los detalles jurídicos, técnicos y sociológicos  que hacen a las industrias extractivas de recursos naturales, sobre todo de los no renovables.
Vaya como un texto de formación y de consulta válida. (Los destacados me corresponden).

Enrique Endrizzi



SEMINARIO INTERNACIONAL
Industrias extractivas (minería e hidrocarburos), la problemática de los recursos naturales no renovables en América Latina y la Misión de la Iglesia, Lima, 14-16 de junio de 2011
DOCUMENTO CONCLUSIVO

La Iglesia reconoce la importancia de las industrias extractivas y el servicio que pueden brindar a la comunidad humana, a las economías y al progreso de toda la sociedad.
Saluda la responsabilidad de los diferentes actores (empresarios, funcionarios del Estado, profesionales ingenieros y técnicos) que se esfuerzan en ir más allá del cumplimiento de las normas legales para proteger la integridad física de los trabajadores, de las poblaciones locales y de los pueblos indígenas y para cuidar el medio ambiente. La Iglesia valora estas prácticas responsables que promueven el bienestar de las personas en base al derecho y a las prácticas democráticas.
  1. Se constata que, en la mayoría de los países de América Latina y El Caribe, hay una expansión acelerada de las industrias extractivas, formales e informales, cuyas actividades tienen, muchas veces, impactos negativos en la vida de las poblaciones aledañas. Como dice el documento de Aparecida:“...hay una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región” (DA1 43).
  2. La Iglesia no puede ser indiferente a las preocupaciones, las angustias y la tristeza de las personas, sobre todo de los pobres y afligidos.2 Por ello el Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) con el apoyo de MISEREOR, organizó un seminario sobre “Industrias extractivas y la misión de la Iglesia” durante los días 14 al 16 de junio de 2011 en Chaclacayo, Perú. Participaron arzobispos, obispos, sacerdotes, religiosas, líderes sociales, profesionales y académicos de 17 países de América Latina, El Caribe, Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y Europa.
  3. El objetivo de dicho encuentro fue analizar las consecuencias de las actividades extractivistas en el aspecto social, político, económico y ecológico y desarrollar líneas pastorales.
  4. El seminario tenía como antecedentes los encuentros de Quito (3– 8 de agosto de 2009), Manaos (1–4 de octubre de 2009), Buenos Aires (20–25 de agosto de 2010), Roma (1–2 de octubre de 2010) en los que se reflexionó sobre diversas dimensiones relacionadas con el bien común global y el Cuidado de la Creación.
  5. Comenzamos nuestras reflexiones con un análisis de la realidad que fue enriquecido por una lectura de fe a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia para determinar las líneas de acción pastoral más adecuadas. Porque“[…] los principios generales de la doctrina social se llevan a la práctica comúnmente mediante tres fases… que suelen expresarse con estos tres verbos: ver, juzgar y actuar”3.
EL PLANETA HERIDO
8. Junto con el crecimiento de las industrias extractivas a nivel mundial, notamos una relocalización de los flujos de inversión, motivada por la recuperación de los precios de los minerales. Hay nuevos actores en escena como Brasil, India y China que contribuyen al incremento de la demanda. Ello incide significativamente en el incremento de los precios de los metales. Existe, pues, una demanda cada vez mayor de materias primas tanto por parte de los países emergentes como de los países industrializados. Algunos de éstos últimos, incluso, han desarrollado estrategias de mediano y largo plazo para garantizar su abastecimiento, llegando a declarar dicho abastecimiento como un interés de seguridad nacional.
9. En el Seminario se analizaron varios testimonios sobre conflictos entre poblaciones afectadas por las actividades extractivas, el Estado y las empresas privadas en diferentes países de América Latina, testimonios que son reflejos de una grave problemática social y ambiental.
10. En ciertos casos se constata un comportamiento irresponsable de las empresas transnacionales porque en el desarrollo de sus actividades no se rigen por los estándares sociales y ambientales reconocidos internacionalmente, mientras que muchos Estados nacionales permanecen indiferentes o pasivos frente a estas prácticas indebidas.
11. Se ha comprobado que el desarrollo de actividades industriales para la exploración y explotación minera y de hidrocarburos genera una liberación, dispersión y deposición de productos químicos y residuos de diversa naturaleza, tales como cianuro de sodio, plomo, arsénico, uranio, mercurio y otros metales pesados. Ellos contaminan directamente o por infiltración, los recursos hídricos (glaciares, lagos, ríos y el agua en el subsuelo), el aire y el suelo. En algunos casos la contaminación perdura por miles de años, provocando graves enfermedades y mutaciones genéticas. Este hecho, sumado a la destrucción de suelos (lixiviación) y de paisajes – que para algunas comunidades indígenas son considerados sagrados- , perjudica sensiblemente la calidad de vida tanto de las personas como de animales y plantas. Se constata la aparición y el incremento de enfermedades entre los pobladores del lugar y de las comunidades aledañas afectadas por la actividad minera informal y en ciertos casos por la actividad formal. En la mayoría de los casos los trabajadores y pobladores quedan abandonados a su suerte.
12. Generalmente las industrias extractivas que no manejan correctamente el recurso hídrico, afectan el derecho humano al agua como bien público, la producción de alimentos y la agricultura. Eso provoca migración, convirtiéndose comunidades enteras en “refugiados ambientales”, víctimas de una economía informal y en ciertos casos por la actividad formal de índole neoliberal basada fuertemente en el extractivismo y la venta de materia prima en el mercado mundial. Ello trae como consecuencia la ruptura de los invalorables proyectos de vida de las comunidades.
13. Se observa a la vez una creciente concentración de derechos de la propiedad y del uso concesionario de tierras en las manos de empresas transnacionales que, en muchos casos, también ejercen un fuerte control social sobre amplios territorios.
14. Las empresas extractivas y, sobre todo la minería, son actividades que requieren mucha tecnología y emplean poca mano de obra. Es cierto que se generan puestos de trabajo, pero éstos son por tiempos limitados y, en muchos casos, en situaciones de sub-contratas laborales o “services” que lesionan los derechos de los trabajadores y trabajadoras. En el caso de la minería informal se observa un aumento de la mortalidad por accidentes de trabajo. Es justo reconocer que ha decrecido considerablemente el número de obreros que mueren a causa de accidentes de trabajo por incumplimiento de las normas de seguridad en el caso de la minería formal.
15. Los aportes tributarios de las empresas extractivas incrementan sustantivamente los ingresos del Estado. Pero por otra parte hay exoneraciones o convenios de estabilidad comercial, tributaria y ambiental que minimizan dichas aportaciones. En el caso de Centroamérica se ha generalizado una política de exoneraciones fiscales que han reducido las obligaciones tributarias a un rango de sólo 5%. Por eso en varios países de la región cuyas empresas han incrementado de manera considerable sus ganancias a causa del alto precio de los metales, se encuentra en debate el tema del impuesto a las sobre ganancias mineras.
16. Se observa también con preocupación que en diferentes países de América Latina la minería informal está causando graves daños a la salud de las personas y al medio ambiente, anulando todos los ciclos vitales en donde se desarrolla.
LOS ESTADOS
17. Las actividades extractivas mayormente son realizadas por empresas privadas transnacionales y, frente al poder económico de éstas, se observa un debilitamiento de los estados nacionales y de su soberanía sobre todo en los niveles de gobierno local. Muchas veces los gobiernos nacionales no cumplen satisfactoriamente su función de generar y exigir el cumplimiento de las normas nacionales de protección del ambiente, permitiendo la flexibilización de los marcos regulatorios y usando los vacíos legales a favor de las empresas, en lugar de defender y proteger los derechos de la población que es la responsabilidad fundamental de todo Estado.
18. Observamos un incremento de la corrupción y un debilitamiento de la gobernabilidad así como del sistema de justicia. Muchas veces se comprueba una falta de transparencia acerca de los contenidos de los documentos que regulan las relaciones entre el Estado y las Empresas extractivas, entre otros: contratos de concesión; estudios de impacto socio-ambiental; informes de monitoreo ambiental del ejercicio de emprendimiento. En muchos países de América Latina y de El Caribe el acceso libre a los registros actualizados de las concesiones mineras no está garantizado.
19. Muchos de los conflictos socio ambientales se dan porque: “En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas” (Documento de Aparecida, 84). Y cuando se generan conflictos no se han establecido mecanismos de diálogo, por lo que a menudo se tiende a criminalizar la protesta social.
En muchas ocasiones las Fuerzas de Seguridad de los Estados, o privadas, atropellan los derechos de las poblaciones. A veces grupos guerrilleros armados o paramilitares están involucrados en la explotación de los bienes naturales, y, en otros casos, impiden con violencia las actividades extractivas.
De parte del Estado a menudo no se practica la consulta previa a los pueblos indígenas, posibles de ser afectados, la cual debe ser ejecutada a través del Estado sin delegación a los sectores privados, tal como lo exige el Convenio 169 de la OIT en su Art.6.2, y la Declaración de los derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas en su Art.19. En particular frecuentemente los Estados son ineficientes en ejecutar las funciones públicas de revisión de los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), la aprobación de las Certificaciones ambientales así como el monitoreo del desempeño ambiental de los emprendimientos. Ello genera contextos que son propicios para la corrupción y las relaciones impropias entre funcionarios públicos y el sector privado. Se debe garantizar asimismo un mínimo de libertad, información y buena fe con miras a alcanzar el consentimiento libre e informado de los pueblos implicados.
De la misma manera corresponde profundizar en los demás aspectos la observancia del mencionado Convenio 169 de la OIT, así como los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas. Asimismo se destaca la falta de mecanismos efectivos para conminar y sancionar a las corporaciones multinacionales cuando incurren en violaciones de garantías reconocidas a nivel nacional e internacional.
LA IGLESIA
20. Estamos en un escenario de incremento de los conflictos socio-ambientales en el Continente. Nos preocupa la situación de muchos agentes pastorales y líderes sociales, de defensores y defensoras de los Derechos Humanos así como a las personas que trabajan para la protección del medio ambiente y la conservación de los recursos naturales que vienen siendo amenazados, perseguidos. Pero Jesús los fortalece al afirmar: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”(Mt 5,9–10). Nuestros pueblos anhelan un desarrollo que sea humano, integral, solidario y sostenible (cfr. DA 474c).
21. Por otro lado destaca el acompañamiento e involucramiento de la Iglesia en los procesos formativos y en la toma de conciencia de las comunidades. Su presencia activa, al lado de la población ha sido decisiva para facilitar el diálogo y evitar la violencia, así como para invocar la solidaridad de la sociedad civil a escala internacional y las experiencias de alianzas, como por ejemplo, entre sindicatos de las empresas, cooperativas y otras organizaciones con las comunidades afectadas. Es clave conocer, documentar y sistematizar estas experiencias y sacar lecciones para lograr interactuar eficazmente con las empresas extractivas y los poderes públicos.
SEÑALES ALENTADORAS
22. Si bien prevalece en varios países un modelo económico neoliberal asentado en el extractivismo, constatamos con esperanza el surgimiento de nuevos enfoques de desarrollo que se proyectan hacia propuestas integrales, incorporando las dimensiones sociales, culturales y ambientales.
23. Las poblaciones han desarrollado estrategias diversas entre las que están la puesta en escena de nuevas organizaciones que han reaccionado frente al conflicto, con el desarrollo de capacidades para adquirir mayores conocimientos y elaborar propuestas. También se vienen dando alianzas con otros sectores sociales, buscando la incidencia en las políticas públicas. Así se están logrando aprendizajes en la perspectiva de construir escenarios de transición alternativos al extractivismo incontrolado.
24. En los países industrializados de mayores ingresos surgen importantes movimientos ciudadanos que cuestionan el estilo de vida consumista y plantean la solidaridad con las comunidades y pueblos del sur y el seguimiento e incidencia sobre el comportamiento de las empresas y las políticas públicas de dichos países. También se han desarrollado interesantes mecanismos de certificación internacional y comercio solidario que ayudan a los consumidores de los países más ricos a adquirir productos que se han elaborado minimizando la contaminación y los impactos socio-ambientales negativos sobre los ecosistemas de los países del sur y sobre los hombres y mujeres que allí viven.
25. Hay algunas experiencias que muestran que es posible pensar en una actividad extractiva racional y responsable que coexista con la agricultura, se desarrolle de acuerdo a los estándares internacionales y por ende tenga en cuenta la sostenibilidad, la inclusión social, la regulación y la máxima reducción de los efectos en el ambiente. Es necesario informarse y conocer cuáles son los marcos normativos, sociales, culturales y políticos que han posibilitado dichas experiencias para ver en qué medida son replicables en otros lugares.

LA TIERRA, CASA COMÚN Y LUGAR DE COMUNIÓN

26. Según la fe cristiana nuestra tierra es creación de Dios. Por ello tenemos que tratarla con respeto. Los seres humanos, creados a imagen de Dios (Gen 1,26), están llamados a ser administradores responsables de los bienes de la creación. No tenemos el derecho de explotar los recursos de la tierra, “arrasando irracionalmente las fuentes de vida” (DA 471). Dios creó la vida en su gran diversidad (Gen 1, 11–12.20). Nuestro continente de América Latina tiene una de las más grandes variedades de flora y fauna de toda la tierra.4 Esta es una herencia gratuita y frágil “que recibimos para proteger” (DA 471).

27. Una base sustancial del cuidado de los bienes de la creación es la alianza del Creador con todos los seres vivientes (Gen 9,17). La Doctrina Social de la Iglesia enfatiza que “una correcta concepción del medio ambiente no puede reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación”5. Por el contrario, la intervención del ser humano en la naturaleza se debe regir por el respeto a las otras personas y sus derechos y por el respeto hacia las demás criaturas vivientes.6 Ello implica también la responsabilidad de que las generaciones futuras puedan heredar una tierra habitable.
28. Reafirmamos la necesidad de preservar el planeta tierra como “casa común” de todos los seres vivientes. El Beato Papa Juan Pablo II nos advirtió de los riesgos que conlleva considerar al planeta únicamente como una fuente de recursos económicos: ”[...] el ambiente como ‘recurso’ pone en peligro el ambiente como ‘casa’”7. Por esta razón se requiere evaluar el costo ambiental a largo plazo de las actividades extractivas, junto a las demás actividades lícitas como la ganadería, la agricultura, la acuicultura o ilícitas, como el cultivo de coca o amapola para el narcotráfico.
29. Jesús anunció con sus palabras y hechos que Dios es el Dios de la Vida. La fidelidad al Evangelio nos exige contemplar la vida como don de Dios en toda la creación. Esta dimensión integral e interdependiente de todo lo creado compromete la responsabilidad humana.
30. Existe un vínculo estrecho entre el seguimiento de Jesús y la misión. La misión debe estar al servicio de la vida de los pueblos en Latinoamérica. Así lo recalcan los obispos en el documento conclusivo de Aparecida cuando dicen: “La misión evangelizadora no puede ir separada de la solidaridad con los pueblos y su promoción integral” (DA 545). Pues “las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria, y su dolor, contradicen el proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura y de la vida. El Reino de Vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte.” (DA 358).
31. Vivir según el Espíritu de Jesús, nos llama a reafirmar la opción por los pobres, los destinatarios preferidos del Reino y las primeras víctimas de los efectos negativos del modelo socio-económico vigente y de los desastres naturales generados como consecuencia del cambio climático global.
32. En la búsqueda de un desarrollo integral y solidario nos inspira y nos ayuda la vivencia espiritual de los pueblos indígenas y afro descendientes quienes desde sus orígenes se sienten parte de la “madre tierra” y se relacionan con ella como “matriz de la vida”. En las culturas originarias hay un espíritu que descubre la sabiduría y la fuerza de Dios en la creación. Eso les incentiva a buscar el ‘Buen Vivir’. Reconociendo esta realidad, en abril del 2009, todas las naciones del mundo, reunidas en la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaron por unanimidad una resolución que designa el 24 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra.
33. Respecto a las actividades de las industrias extractivas y al uso de los recursos naturales no renovables hay que tener presente el principio del destino universal de los bienes de la creación, especialmente de los recursos de vital importancia como el agua, el aire, la tierra. Este es el principio fundamental de todo el orden ético-social.8
34. El modelo económico actual se sustenta en la matriz energética de combustibles fósiles, en la persecución del lucro a todo costo y en una escalada de consumo, aparentemente sin límites, lo que conlleva la sobreexplotación y, por consiguiente, la creciente escasez de recursos naturales no renovables y el calentamiento global debido a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en conjunción con el agravamiento del fenómeno del cambio climático global... El deshielo acelerado de los polos, los glaciares tropicales andinos y la deforestación de la Amazonia son algunos síntomas, entre otros, de la insostenibilidad del modelo económico presente. Este modelo promueve la desigualdad y el individualismo y pone en peligro la sobrevivencia del planeta. Frente a ello el documento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericana en Aparecida nos plantea el desafío de “buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario” (DA 474c).
35. Otro principio fundamental de la Doctrina Social que guía a la Iglesia en su compromiso de promover un desarrollo integral y sostenible, es el principio del bien común. “Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad.”9. El Papa Benedicto XVI afirma, que en la construcción de un orden social justo la Iglesia “no puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera a la Iglesia trabajar por la justicia, esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien”10.
36. Asimismo recuerda que “la Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la Creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y proteger a la persona humana”11. En este sentido cabe subrayar de nuevo la gran relevancia de la biodiversidad tan rica en nuestro Continente, la cual es imprescindible para una vida saludable en la tierra. Este hecho debería ser valorado por los países del Norte.

USAR LOS BIENES DE LA CREACIÓN CON RESPONSABILIDAD CUIDADOSA12

37. Junto con otros actores en la sociedad la Iglesia trabaja para fortalecer la dimensión ética en la política y en la economía. Quiere “servir a la formación de las conciencias en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para actuar conforme a ella, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones de intereses personales.”13 No es posible lograr un desarrollo integral, solidario y sostenible sin la dimensión ética.

38. Cumpliendo su misión de trabajar por la reconciliación y la unidad, por el respeto a la dignidad de cada persona y por el bien común (cfr. LG 1), la Iglesia sigue promoviendo un diálogo abierto y transparente entre los diferentes actores de la sociedad que están involucrados en los conflictos socio-ambientales. De esta manera la Iglesia desea ayudar, en cada caso a frenar el escalamiento de los conflictos, a evitar los desenlaces violentos y a encontrar una solución justa y sostenible.
39. La Iglesia invoca a los Estados para que establezcan un marco político y legal que regularice la actividad extractiva según los estándares socio-culturales y ambientales internacionales, proteja los derechos de la población aledaña a los yacimientos y vele por el cumplimiento de los contratos establecidos con las empresas.
40. A la vez la Iglesia exhorta al Estado a que, antes de autorizar el inicio de cualquier actividad extractiva, garantice la consulta previa así como los Estudios de Impacto Ambiental (EIA). Las normas legales de la mayoría de los países de América Latina prevén que el Estudio de Impacto Ambiental sea realizado por las Empresas concesionarias antes de realizar el proyecto extractivo, como parte de las condiciones que lleven a su aprobación. Los EIA son, por lo tanto, un documento de las partes interesadas. Por esta razón es necesaria que la función pública de revisión de los EIA sea realizada con imparcialidad y según criterios científicos internacionalmente establecidos. También la Iglesia exhorta al Estado a informar a la población adecuadamente sobre los resultados del estudio.
41. De la misma manera pide al Estado que implemente, aplique y lleve a cabo procesos de consulta, facilitando la participación de los/las representantes de los pueblos y comunidades indígenas afectadas por los proyectos mineros en la toma de decisiones sobre la posible realización de dichos proyectos.
42. La Iglesia recuerda al Estado y a las empresas mineras que “es urgente llegar a conjugar la tecnología con una fuerte dimensión ética”14 y que hay que incentivar “la investigación y la explotación de energías limpias que preserven el patrimonio de la creación y sean inofensivas para los seres humanos”15 y recalca que estas deben ser prioridades políticas y económicas.16
43. La Iglesia pide con insistencia que las empresas mineras actúen con responsabilidad social y ambiental, respeten los contratos establecidos, velen por la seguridad y la salud de sus trabajadores y les den una remuneración justa. Al Estado queda la fundamental tarea de verificar que así sea, función que debe realizar con imparcialidad, rigor técnico y transparencia.
44. Asimismo siente el deber de promover entre los empresarios una ética basada en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
45. Respecto de la consulta previa la Iglesia reafirma su compromiso de contribuir con la difusión de toda información amplia, plural y objetiva sobre el complejo tema de las industrias extractivas, así como de los beneficios y riesgos que ésta conlleva, a través de su red de radios y otros medios de comunicación. Con ello la Iglesia desea contribuir a que la población pueda estar informada y tomar una decisión fundada y crítica, elaborando propuestas alternativas para defender sus derechos vía la argumentación y el dialogo.
46. La Iglesia se compromete a empeñar sus “esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración de la naturaleza” (DA 474d). Para ello, en la pastoral se deben diseñar con creatividad acciones concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas sociales y económicas que atiendan las variadas necesidades de la población y conduzcan hacia un desarrollo sostenible” (DA 403). Por lo mismo sigue apoyando a la sociedad civil a “determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los países de los estándares ambientales internacionales” (DA 474e).
47. La Iglesia acoge el llamado de SS. Benedicto XVI de que es necesario un “cambio de mentalidad [para] llegar rápidamente a un estilo de vida global que respete la alianza entre el hombre y la naturaleza, sin la cual la familia humana puede desaparecer.”17 Para ello se compromete a contribuir decididamente a este cambio de mentalidad y a generar una práctica coherente.
48 La Iglesia afirma su compromiso que “como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio [...] y la defensa de sus derechos. Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y otros espacios de opinión” (DA 530).
El CELAM se empeñará en fomentar el diálogo con las Conferencias Episcopales de los Estados Unidos, Canadá y Europa sobre las cuestiones de las industrias extractivas y la misión de la Iglesia. Impulsará una coordinación de los respectivos esfuerzos pastorales que ya se están realizando en la Iglesia latinoamericana y fortalecerá los lazos de solidaridad con los agentes pastorales, los líderes sociales y los defensores y defensoras de los derechos humanos que están amenazados y perseguidos. A la vez intensificará los vínculos existentes con el Pontifico Consejo Justicia y Paz.
Asimismo el Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM se compromete a dar un seguimiento integral a la temática y compromisos del Seminario profundizando la reflexión sobre las diferentes dimensiones del tema desde la Doctrina Social de la Iglesia.

Lima, junio de 2011
1Documento conclusivo de la V. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe (2007) en Aparecida (en adelante: DA).
2Cfr. Constitución pastoral „Gaudium et Spes“ (GS) del Vat.II, 1.
3CartaEncíclica „Mater et Magistra“ de SS Juan XXIII, 236.
4Cfr. DA 83.
5Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (en adelante: CDSI), 463.
6Cfr. CDSI, 459.
7SS Juan Pablo II, Discurso a los participantes en un Congreso Internacional sobre “Ambiente y salud” (24 de marzo de 1997), 2 (CDSI, 461).
8 Cfr. Carta Encíclica “Laborem Exercens” de SS Juan Pablo II, 19.
9 Carta Encíclica “Caritas in veritate” de SS Benedicto XVI,5.
10 Carta Encíclica “Deus caritas est” de SS Benedicto XVI, 28a.
11SS Benedicto XVI, Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz (2010), 12.
12 Cfr. DA 471.
13 Carta Encíclica “Deus caritas est”, 28a.
14SS Benedicto XVI en su alocución a los nuevos embajadores ante la Santa Sede el 09 de Junio de 2011.
15Ibid.
16 Cfr. ibid.
17SS Benedicto XVI en su alocución a los nuevos embajadores ante la Santa Sede el 09 de Junio de 2011.